14 de enero de 2010

Autoamor. Psicología del éxtasis

Austin Osman Spare


Comentario: primera parte.


PRECAUCIONES EN TORNO AL TÍTULO DEL LIBRO.

De partida una observación acerca del lenguaje de Osman. Él aborda la experiencia del “éxtasis” desde la perspectiva de una psicología. Sea o no sea un punto de vista asumido con claridad en su alcance por este hombre, con ello él se sitúa inmediatamente en el lenguaje de la modernidad y su pensamiento se mueve en la inmanencia de una experiencia al interior del círculo mágico de la consciencia, pese al rendimiento, si se quiere, psicoanalítico –que alcanza esferas no autotransparentes de la vivencia– y des-disciplinador que manifiesta como intencionalidad de partida. La paradoja es que cualquier intento tal –es decir, en el último sentido señalado– nos remite enseguida a nuestro ser-en-el-mundo, a la constitución de nuestro ser modelado (“esclavizado” en términos de Osman) por una situación hermenéutica o facticidad imperada por una precomprensión del ser –y con ello de nuestro propio ser– de carácter heredado, aprendido, insuflado por socialización, o como se quiera. La paradoja es, dicho con más precisión, que el proyecto de Osman de partida rebasa efectivamente el ámbito de la psicología por su alcance hermenéutico –y con ello se mueve en una dirección que se desmarca de la modernidad, pese a usar un lenguaje moderno. Si Osman interpreta su proyecto como una psicología, es porque, pese a su intención primaria, queda preso del lenguaje de la filosofía moderna de la conciencia y de la posibilidad que ella abre (y que al hacerlo cierra o resuelve) de considerar la experiencia como un ámbito cerrado en este sentido: inmanencia, singularidad = ensimismamiento, mera vivencia psíquica.

El pensamiento de Osman, pese a autointerpretarse como “psicología”, rebasa el ámbito de la psicología entendida en términos científico-modernos. Por tanto, se trataría de un pensamiento (no “filosófico” en el sentido tradicional… Osman no es ni busca ser un sofós) acerca de la vida humana de carácter ontológico-hermenéutico –en sentido no metafísico, es decir, no moderno. A su vez, de partida me parece que hay que desechar la posibilidad de interpretar el intento de Osman como una “psicología social”, puesto que la disposición de ánimo fundamental es la vuelta a la vida, la vuelta a la experiencia fáctica concreta y su “liberación” respecto de interdictos que resuelven (cierran) el propio ser de la vida humana en cada caso, lo que está muy alejado de la representación científico-sistemática de las relaciones entre la constitución del individuo y la influencia de lo social en tal “proceso”, en términos de una objetivación temática impersonal del fenómeno, objetiva en sentido moderno. El intento de Osman no es teorético, sino “comprensivo” en el sentido de realización-singularización-liberación del despliegue del propio ser, sin dejar de estar “situado”, a partir de una hermenéutica –explicitación, exposición, desenmascaramiento diría el viejo Nietzsche– de los interdictos –como diría el viejo Bataille– que conforman el horizonte de sentido de nuestro mundo, y por tanto, de nuestro habitar en él. Hermenéutica del impuesto cuidado-de-sí o dispositivo de disciplinamiento social, como diría el ya viejo Foucault. Administración del peligroso cauce de la vida, diría yo modestamente.

Frente a este intento, la estructura de la ciencia moderna denominada psicología se torna una caricatura abstracta y con ello menesterosa en cuanto a su capacidad vivencial.

Pero esto a Osman, al parecer, lo tuvo sin cuidado. Para él, por lo menos nominalmente, lo que él hace es psicología. Hasta aquí la observación entonces. Ahora es preciso esperar que se cumpla el círculo de la interpretación: la parte apunta a la claridad del todo, el todo aclarará la parte. No es sino al final de la lectura del libro que cada una de sus partes expondrá su excedencia de sentido. Y todo resultará más oscuro, pero más vivido.

No he leído el libro entero, no tengo idea acerca de qué me espera, esto es todo un compendio de impresiones parciales en el camino, el reflejo del ir-leyendo... eso es lo interesante... seguramente en el curso de la lectura las mutaciones de la interpretación vendrán y sobrevendrán. La partida es la más vaga y arriesgada, la más jugosa.


INTERPRETACIÓN DE LOS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA CULTURA COMO DISPOSITIVOS DE ENCAUZAMIENTO DE LA VIDA.

Conceptos fundamentales: Dios, fe, moral, mujer.

Estos conceptos fundamentales son:

CONCEPTOS, entendidos como “formas” (eidos, morfé, disposiciones metafísicas fundamentales del lenguaje interpretado greco-cristianamente como esfera lógico-pura-espiritual de saber sometido a la visualidad: eidenai, eidos, idea, ideal, aspecto-fijo-universal, forma-necesidad-a-ser-cumplida). La modalidad de tesis o a-firmación (poner-firme, rigidez, cerradura) es la CREENCIA. La sumisión de la apertura de ser del hombre a la visualidad fijada por cercos eidéticos es interpretada por Osman como actividad de la “imaginación” (eidos = imago): Osman los nombra como “límites imaginados”. Límite, cerco. Todo cerco tiene el rendimiento de límite-de-algo. En este caso, la intencionalidad del cerco ideal es el “control” de la “expresión” del “deseo”. La ciencia y lo teorético en general es, por tanto, cómplice de tal esclavitud, control o administración: en cuanto generadores de tal formalidad, son el lugar en que se manifiesta esta tendencia al límite como “método” (ya la definición propia de la formalidad de lo teorético es la metáfora visual de la represión: el cuerpo simbólico de la represión… o la represión simbólica del cuerpo).

El condicionamiento, lo cercado, lo esclavizado, es la “expresión” del “deseo”… resonancias de William Blake… y en este punto Osman opera un primer y fundamental exceso al proferir un modo de no proferir eso que se formula ya no como mero deseo, sino más fundamentalmente como el inefable movimiento primario de la vida: KIA…

“Cuanto menos se dice de ello (Kia), menos oscuro resulta” (Osman, p.1).

Dice mi amigo Michel Leroy: “Entonces KIA significa algo que no se puede significar... es a lo que algunos también pueden llamar ‘la vida’, pero eso ya es un lenguaje muy esclavizado”.

Efectivamente “vita”, “hombre”, y muchas otras denominaciones son la carga significativa sedimentada de viejas tradiciones que determinan el fenómeno, que operan explícita o implícitamente como situación hermenéutica, posibilitando el modo de singularizar Kia como acontecimiento de antemano de acuerdo con la cultura y los usos sociales (mundo simbólico sedimentado, consolidado, pre-dominante). Frente a eso, el uso que hace Osman de palabras que sugieren (infinitamente), pero que no dicen nada (nada “en especial”: aspicere, specie, aspectus = eidenai, eidos, idea).

Dicho sea de paso: este intento de liberar el habla de las significaciones eidéticas fue lo que intentó el joven Heidegger, pero aún preso del lenguaje de la “ciencia” fenomenológica… en ese intento se refería el joven Heidegger a la vida humana como un “algo originario” o una “realización fluyente”, o en “Ser y Tiempo” (1927) como el “ser-ahí” caracterizado por su “ser-en-cada-caso” (Jeweiligkeit)… tales expresiones tenían para Heidegger el sentido de “indicadores formales” (formale Anzeige), no categoriales: vacíos de significación sustancial de antemano, dispuestos para ser llenados de significación según la realización fáctica de la vida en cada caso, a cada momento, es decir, para proferir el acontecimiento de la vida… pero en fin, no será sino el viejo Heidegger, el Heidegger crepuscular, el que renunciará definitivamente al lenguaje eidético y será tajante al afirmar el fin de la filosofía y la frágil posibilidad de otro pensar como vuelta al único hablar originario, es decir, el de la poesía –como intento de expresión de una vivencia mística en el fondo inefable (abismal). El arte como lugar de la verdad… en todo caso evanescente: acontecimiento (Ereignis).

Lo curioso es que, así y todo, Osman se ocupa preliminarmente de Kia en el primer apartado de su libro, dedicado a las “definiciones” (!?).

“KIA: La libertad absoluta que siendo libre es lo bastante poderosa como para ser ‘realidad’” (Osman, p.1).

Más resonancias de William Blake: el desencadenamiento de la vida hace de ella algo delirante… de hecho, Blake afirmaba la tangibilidad de sus alucinaciones, fue testigo del funeral de un hada cuyo cuerpo yacía sobre un pétalo de rosa, conversaba y discutía de temas diversos con los espíritus de Milton y Voltaire, etc.

El carácter de acontecimiento de KIA viene dado en este párrafo:

“(…) Kia no es potencial ni manifiesta (excepto en la forma de su posibilidad instantánea) a través de ideas de libertad ni ‘significados’” (Osman, p.1).

Frente a su fijación imaginaria –representación, objetivación (ob-iectum)–, la verdad de Kia no es sino su “posibilidad instantánea”. Kia acontece en el instante, según su propia posibilidad. Es decir: frente a la predeterminación, el primado de la posibilidad; y frente a la representación de la vida como plan reflexivo o estiramiento ante la mirada: el instante de la decisión-lanzada o del lanzamiento decisivo.

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