Se tiene que dar de nuevo a la palabra “arcaico” su sentido verdadero y no despectivo, según la significación del substantivo griego archè que significa a la vez “fundamento” y “principio”, es decir “impulo fundador”. También posee el sentido de “lo que es creador e inmutable”, y contiene la noción central de “orden”. Cuidado: “arcaico” no es “pasadista”, porque el pasado histórico ha producido la modernidad igualitaria que está fracasando, y porque toda regresión histórica sería absurda. Es la modernidad la ya que pertenece a un pasado cumplido. ¿El arcaísmo es un tradicionalismo? Sí y no. El tradicionalismo preconiza la transmisión de los valores y, justamente, se enfrenta a las doctrinas de “mesa corta”. Pero depende de lo que se debe transmitir. No se deben aceptar todas las tradiciones, por ejemplo las de las ideologías universalistas y igualitarias o de aquellas que se encuentran paralizadas, museografiadas, desmovilizadas. Tenemos que seleccionar entre las tradiciones (los valores transmitidos) que son positivas y rechazar las que son dañinas. Nuestra corriente de pensamiento siempre ha estado dividida y debilitada por una fractura artificial entre los “tradicionalistas” y los futuristas”. El arqueofuturismo puede reconciliar estas dos familias mediante la síntesis dialéctica.
Los problemas del mundo actual, que están amenazando de muerte a la modernidad, son ya de orden arcaico : el desafío religioso del Islam, las batallas geopolíticas y oceanopolíticas por los recursos escasos, agrícolas, petroleros, halieúticos ; el conflicto Norte-Sur y la inmigración de población hacia el hemisferio Norte ; la contaminación del planeta y el choque físico entre los deseos de la ideología del desarrollo y la realidad.
Todos estos problemas son cuestiones inmemoriales. Lejos de los debates políticos cuasiteológicos de los Siglos XIX y XX, que no fueron otra cosa sino discursos sobre el sexo de los ángeles.
El retorno de las «cuestiones arcaicas » se está demostrando fundamental e incomprensible para los intelectuales «modernos», que se extienden sobre los derechos de los homosexuales para contraer matrimonio u otros temas insignificantes. La característica de la modernidad agonizante es su propensión a la insignificancia y a la conmemoración. La modernidad es pasadista, cuando el arcaísmo es futurista.
Por otro parte, como lo sintió el filósofo Raymond Ruyer, detestado por la clase intelectual de la “orilla izquierda”, en sus dos libros-claves, “Les nuisances idéologiques” y “Les cent prochains siècles”, cuando el paréntesis de los Siglos XIX y XX esté cerrado y las alucinaciones del igualitarismo se vean hundidas en la catástrofe, la humanidad volverá a los valores arcaicos, es decir simplemente biológicas y humanos (antropológicos): separación sexual de los roles; transmisión de las tradiciones étnicas y populares; espiritualidad y organización sacerdotal; jerarquías sociales visibles y estructurantes; reconstrucciones de las comunidades orgánicas imbricadas, desde la esfera familiar hasta la comunidad popular; desindividualización del matrimonio y de las uniones que tiene que implicar a la comunidad tanto como a los novios; fin de la confusión entre erotismo y conyugalidad; prestigio de la casta guerrera; desigualdad de los estatutos sociales, no implícita como hoy, algo injusto y frustrante, sino explícita e ideológicamente legitimada; proporcionalidad de los derechos frente a los deberes; definición del pueblo, y de todo grupo o cuerpo constituido, como comunidad diacrónica de destino y no como masa sincrónica de átomos individuales, etc.
El problema, para nosotros, europeos, consiste en rechazar que –por pusilanimidad- el Islam nos imponga –lo que está sucediendo subrepticiamente - estos valores arcaicos. Tenemos que reimponernoslos a nosotros mismos, tenemos la memoria histórica de donde poder sacarlos.
Recientemente, un gran magnate de la prensa francesa, que no puedo nombrar aquí, conocido por sus simpatías liberales de izquierda, me dijo, desengañado: “A largo plazo, los valores de la economía de mercado se verán derrotados frente a los del Islam, porque están exclusivamente fundados sobre la rentabilidad económica individual, lo cual es inhumano y efímero”. Tenemos que evitar que el Islam nos imponga el inevitable retorno a la realidad.
Evidentemente, la ideología todavía hegemónica mira como diabólicos estos valores. Exactamente como un loco paranoico mira al psiquiatra que lo está curando como si fuese un demonio. En verdad, son valores de justicia. Conformes a la inmemorial naturaleza humana, estos valores arcaicos rechazan el error de la emancipación del individuo, crimen cometido por la filosofía del Aufklärung, que deja solo al individuo frente al Estado, monstruo frío, y frente a la barbarie social. Estos valores humanos son justos al sentido de los antiguos griegos, porque miran al hombre por lo que es, un zoon politicon (“animal social y orgánico insertado en una ciudad comunitaria”), y no por lo que no es, un átomo asexuado y aislado poseedor de unos pseudo-“derechos” universales.
Concretamente, estos valores antiindividualistas permiten la realización del sí mismo, la solidaridad activa, la paz social, cuando el individualismo pseudoemancipador solamente conduce a la ley de la jungla.
Por Guillaume Faye
3 comentarios:
insurrecta-ns.blogspot.com
Podríamos citar muchos de los dolores del mundo, pero todo y así muchos no comprenderian y se resignarian a seguir lo que es politicamente correcto.
Me encantó Imperat, tanto que puse el EP en mi blog, espero que no sea de tu desagrado, un abrazo fraterno, que todo valla de maravilla y a seguir con esos sonidos que inspiran, adiós.
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